Vamos, que han pasado “solo” cuarenta años y uno sigue pensando, sintiendo y trabajando como si “recién” tuviera veinte. Fue en abril de 1983, el día 15 para ser exacto, que empecé esta increíble aventura profesional. De novel reportero de noticiero y luego de programas de investigación semanal, pasé a conducir y dirigir esos informativos. También programas de debate, algunos dominicales, gerenciar áreas de prensa y hasta presidir en plena pandemia los medios audiovisuales del Estado. Hoy, soy un soldado más en el mundo de la comunicación corporativa, gracias a Métrica. Y como me dijo Pablo, mi amigo de siempre y director desde hace nueve meses, “ahora te toca estar del otro lado del mostrador”.
Los términos de la comunicación definitivamente cambiaron en estos últimos 40 años, en ambos lados del mostrador. La tecnología domina su escenario, absolutamente digitalizado, perfilando un mundo entregado a nuevas propuestas, muchas de ellas ligadas a inteligencias artificiales más que emocionales. Pero los nuevos medios han derrumbado las barreras de la comunicación interconectándonos “en tiempo real” y mejorando las posibilidades de entendimiento entre emisor y receptor. Un mismo emisor se ha multiplicado como si se reprodujera en una sala de espejos gracias a multiplataformas cada vez más sofisticadas. La información va y viene. A veces sin posibilidad de comprenderla. El impacto es su razón de ser. Pero siempre el ser humano, felizmente, está al centro de sus acciones.
Entonces, vale la pena plantearse la siguiente interrogante: cómo aplicar estos avances ante la misión de conseguir que nuestros mayores esfuerzos para comunicar aumenten la eficacia hasta alcanzar los resultados deseados por nosotros y nuestros socios, es decir nuestros clientes?
Parte de la respuesta está en entender cómo manejar la inteligencia emocional (IE), considerada desde el 2020 una de las diez habilidades más buscadas por las empresas. Fue Daniel Goleman, antropólogo, sicólogo, periodista y escritor norteamericano quien en 1995 la definió en su libro Emotional Intelligence como “nuestra capacidad para entender y manejar correctamente nuestras emociones y las de los que nos rodean, de manera que sus enfoques se basan en las relaciones con los demás, el poder conseguir nuestras metas y la superación de obstáculos de una manera más fácil”. Hay dos conceptos asociados a la Inteligencia Emocional en el tema de competencias: la empatía y la asertividad, pero ninguno de ellos funciona en solitario en ausencia de un liderazgo nato y genuino.
Queda claro también, después de estas décadas y estos pocos meses, que de ambos lados del mostrador siempre funcionará la defensa de la verdad. El valor ético en nuestro trabajo de comunicadores funciona en las dos vías. El equilibrio y proyección en el control de nuestras emociones, la empatía y la asertividad siempre exigirán estar el servicio de la verdad.
Que la inteligencia artificial esté siempre subordinada al sano interés del desarrollo del hombre y la sociedad. Que la inteligencia emocional y nuestros conocimientos permitan guiarla por los caminos de la ética y el respeto a la verdadera esencia del ser humano.