Soy un lector habitual de artículos y columnas de opinión. A veces es lo primero que leo en un diario. Valoro especialmente la capacidad de construir discursos personales sobre temas de interés público con fundamento, ingenio y, si es posible, con humor, incluso en quienes tienen puntos de vista distintos a los míos.
En medio de la vorágine informativa a la que vivimos expuestos, sobresalen las voces y miradas analíticas que separan la paja del trigo y ponen en perspectiva los acontecimientos. Los datos y la información son importantes, pero hoy están a un clic de distancia. El bien escaso, en cambio, es la interpretación, la explicación de significados.
Por eso mismo, considero que la publicación de artículos de opinión puede llegar a ser una valiosa herramienta de comunicación para las organizaciones y sus voceros. Paulatinamente, estos se convierten en referentes en sus respectivos campos de conocimiento y, sobre la base de esta imagen personal y profesional, contribuyen a fortalecer la reputación de la marca y la compañía que representan. Además, los artículos permiten tener presencia en medios con pleno control del contenido. Una presencia que, bien utilizada, capitaliza la atención de los lectores y el interés mediático.
Por otro lado, los géneros de opinión no solo son desarrollados por periodistas. Cualquier profesional que cultive la expresión escrita puede llegar a ponerlos en práctica, a destacarse, e incluso a crecer de la eventual redacción de artículos a la habitual publicación de columnas. Basta ver las firmas de los actuales columnistas para saber que es un camino factible de ser recorrido.
Si bien no existe una receta mágica para escribir un buen artículo de opinión, pues prima la libertad de estilo y hay una diversidad de estrategias argumentativas y estructuras textuales, se deben tener en cuenta cuando menos tres condiciones básicas. Conocerlas es crucial para quien se inicia en este campo.
La primera de ellas es elegir un buen tema. En ese sentido, hay que mirar más allá del día a día de la compañía y del producto o servicio bandera. La publicación de artículos ayuda a fortalecer la reputación corporativa, no a incrementar las ventas. Es necesario, por tanto, observar los tópicos que, de manera permanente o eventual, componen la actualidad periodística y guardan relación con el sector y la especialidad del vocero. Sobre ellos se debe discurrir.
La segunda es plantear un punto de vista original sobre el tema elegido, uno que trascienda la opinión promedio y esperable. No se trata necesariamente de ser disruptivo (si se puede, por qué no), lo que hay que evitar es la obviedad. Más que incrementar los saberes del lector, un buen artículo contribuye a desarrollar una mejor compresión de los hechos que gobiernan la agenda periodística y a verlos desde un ángulo diferente y, si cabe, novedoso.
La tercera condición, naturalmente, es escribir bien. Esta puede potenciar las dos anteriores, pero también echarlas por tierra. Buenos temas y mejores perspectivas naufragan ante una redacción que oscurece las ideas y desanima al lector. Para no incurrir en este defecto, se debe escribir con corrección. Ayuda también hacerlo de manera simple y llana. La sobriedad, en ese sentido, es un valor a cultivar. Más adelante, se podrá sumar una mayor fuerza expresiva y se terminará de perfilar un estilo personal. En cualquier caso, el objetivo siempre será conseguir que la exposición de ideas sea fluida; el texto, fácil de leer y el tono, entretenido.
Solo la práctica (y las buenas lecturas) ayudan a cumplir estas condiciones. Al inicio puede parecer una tarea difícil, pero luego la persistencia da frutos. Los beneficios, a nivel personal y corporativo, justifican el esfuerzo.