Los silencios sepulcrales no siempre son negativos

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Man Reading Book and Sitting on Bookshelf in Library --- Image by © Royalty-Free/Corbis

Autor: Alvaro Barclay

La sala de lectura de la biblioteca municipal de San Isidro no solo es un espacio para disfrutar de un buen libro sino también para reflexionar.

“Un sabio chino dijo: “No hables si es que no crees que puedes mejorar el silencio””. La frase no es mía ni probablemente del sabio chino. La dice –o inventa en el momento- Renzo Nervi para sacarse de encima a un aprendiz de artista. ¿Quién es Renzo Nervi? El protagonista de “Mi obra maestra”, cinta argentina que actualmente se encuentra en la cartelera local.

Podría parecer por estas primeras líneas que mi objetivo es comentar la película, pero no. Así como este fin de semana tuve la oportunidad de verla –que por lo visto no estoy seguro si recomendarla del todo, aunque tengo que aceptar que tiene excelentes diálogos–, también tuve la oportunidad de descubrir un lugar silencioso, poco concurrido –por lo menos los sábados en la mañana, el único día que fui– y que me parece que vale la pena recomendar: la sala de lectura de la biblioteca municipal de San Isidro.

Para el ingreso a la sala de lectura de la biblioteca municipal de San Isidro solo se necesita registrarse con un carnet que tiene una vigencia de un año y un costo de tres soles si eres vecino del distrito.

¿Por qué tengo tanto interés en comentar sobre este lugar al que he ido solo un día? Porque creo que este tipo de lugares son sumamente valiosos, tomando en cuenta la época y la ciudad en que vivimos.

Lima es una ciudad ruidosa de por sí, de conductores impulsivos, de tráfico, de bocinas, que tarde o temprano nos termina poniendo los nervios de punta. Y la segunda década del siglo XXI es la época de la inmediatez, donde se espera que los mensajes sean contestados al segundo, donde la información fluye a través de la red todo el tiempo y, si se nos escapa podría decirse que no estamos informados, aunque esta pueda ser totalmente banal. Por eso, si bien la tecnología nos persigue y ha creado una serie de nuevas necesidades, creo de vital importancia tener momentos para relajar los ojos regresando a la raíces con un buen libro y, si es en una sala de lectura con un silencio sacramental, mejor. Así estaremos realmente viviendo el momento de abstracción en todo su esplendor.

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Sin embargo, también soy de la idea que no es el único lugar para relajarse. Cada persona encuentra por sí sola estos lugares y no creo que leer en una biblioteca sea mejor a descansar en una playa, meditar en una clase de yoga o escuchar música mientras se pasea en bicicleta. Yo me contento con una biblioteca bien equipada porque me parece que estar rodeado de libros en un ambiente silencioso, por más que uno no esté leyendo, estimula la imaginación y nos ayudan a darnos cuenta de muchas cosas de las que no nos percatamos con la vorágine del día a día.

Por biblioteca “bien equipada” no me refiero a que tenga las mejores colecciones de libros, un puñado de novelas descontinuadas, ni ediciones de lujo de los grandes autores. Eso es lo de menos. Me refiero que tenga un ambiente realmente propicio para la lectura. Al fin y al cabo, solo se necesita un buen libro para disfrutar en este espacio y en Lima aún se pueden encontrar libros en cantidad y a todo precio –claro que, si es que se sabe dónde buscarlos­–. Entonces, como creo que no dependemos de las bibliotecas para acceder a la lectura, una sala propicia para sentarte a leer creo que tiene un valor incalculable que vale la pena reconocer. Sobre todo en nuestra ciudad donde la lectura se ha dejado tanto de lado.

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Con un letrero en la puerta que exhorta a los asistentes a no utilizar el celular y que algunos fanáticos de la desconexión (estratégica) como yo lo extendemos a “prohibido el envío de whatsapps, uso de Instagram y Twitteo al interior de este ambiente”, la sala de lectura de la biblioteca municipal de San Isidro ofrece un espacio único para el asistente. Un silencio sepulcral que se respeta y cómodas mesas y sillas que tienen como vista el Bosque de El Olivar. Como los objetos de este ambiente son antiguos, aunque vale decir que están en perfecto estado, por momentos parece como si se hubiera ingresado a una época anterior a las computadoras cuando se ingresó por el umbral de la puerta.

Para su ingreso, solo se necesita registrarse con un carnet que tiene una vigencia de un año y un costo de tres soles si eres vecino del distrito. Se tramita ahí mismo. La sala de lectura está abierta de lunes a viernes de ocho de la mañana a ocho de la noche y los sábados hasta la una de la tarde. Aprovecho esta tribuna para sugerir que también la abran los domingos en la tarde, sobre todo ahora que viene el invierno y el cielo se pone hermosamente gris, y el clima se torna húmedo y fresco, provocando en los transeúntes una melancolía familiar que los obliga a encerrarse en este tipo de lugares calientes y acogedores para dejar fluir la imaginación, bien abrigados, leyendo un buen libro o simplemente mirando cómo fluye la neblina por la ventana.

Foto del interior de la sala de lectura de la biblioteca Municipal de San Isidro.

 

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