Llegué tarde a mi primera entrevista de trabajo, pero fui contratada.
Cada vez que relato esta historia, específicamente, con este inicio, me escudriñan las miradas confundidas ante el escape de mi risa solitaria. Pero, claro, si estoy rompiendo la temible regla de oro en toda entrevista de trabajo: ser puntual.
Estaba a punto de pasar a mi quinto y último año de universidad y tenía que buscar prácticas. Tuve una relación breve, pero tóxica (y de tres) con Bumeran y CompuTrabajo; las visitaba todos los días, con expectativas altas, esperando recibir un poco de cariño y esperanza, pero nunca me correspondían. Al mismo tiempo renegaba al ver que la ‘vara’ era inexistente en mi caso. Sin embargo, me gustaba mucho este nuevo hobby que me tenía distraída: la comunicación musical.
Seguía en mi relación poliamorosa y tóxica, hasta que un día, la UPC, mi alma máter, publicó un concurso para ser practicante por un año en una agencia de relaciones públicas: Métrica. El único requisito para participar era ser estudiante de comunicación de alguna universidad en Lima y escribir un ensayo sobre cualquier tema relacionado a la comunicación. Supe inmediatamente de qué trataría mi ensayo.
Gracias a las herramientas de mi carrera (Comunicación e Imagen Empresarial) y mi corta experiencia desarrollando planes de lanzamiento con proyectos musicales, pude redactar sobre la comunicación interna, la comunicación externa, y su relación con la reputación en proyectos musicales. Precisamente, traduje la teoría de la comunicación e imagen empresarial al lenguaje musical. Siempre estuve fascinada por la música y sus distintas maneras de presentación. Recién en mi segundo año de carrera pude explorar mejor el mundo detrás del artista; la planificación, la estrategia y, sobre todo, la creatividad que se necesita.
A las semanas me llega un correo señalando que quedé entre las 10 finalistas y que me acerque a las oficinas de Métrica para la entrevista. Mi primera entrevista de trabajo.
Y llegó el día.
No, ordenar los rizos en un típico día de clima húmedo (gracias, Lima) no fue la causa, tampoco la indecisión sobre un blazer, ni la falta de respuesta a la pregunta favorita del día “¿muy formal o muy casual?”, ni de la repetición de mi propia presentación una y otra vez, y otra vez, y otra vez. Suelo ser sarcástica, pero esta es la excepción. Ninguna de esas razones me traicionó ese día. Mi falta de orientación en el espacio terrenal fue el culpable de los 15 minutos tarde.
- “Ya estaba por irme”. – Fueron las primeras palabras de Pablo, CEO de Métrica.
- “Pero no se ha ido todavía”. -Respondí con una sonrisa nerviosa. No podía creer que esa era mi primera impresión.
Me invitó, amablemente, a pasar al directorio de la oficina, mientras pedía una taza de café.
- “Ya casi no me encuentras”.
- “Bueno, ya estoy aquí y el destino así lo quiso”. -Reí por milisegundos y, felizmente, me sonrió.
Por dentro, estaba muy sorprendida de la seguridad que tenía al pronunciar cada palabra. Solo tenía pocos minutos para caerles bien y, la verdad, todos me advirtieron (me conocen muy bien) que si rompía la bendita regla de oro, tenía que buscar prácticas en otro lado. Por lo que, me solté un poco más, creyendo que esta entrevista sería como un ensayo. Comencé a hablar de la comunicación musical, amor de mis amores, la razón por la cual estaba sentada en ese directorio.
A los pocos días, todo el equipo me dio la bienvenida a lo que sería mi segunda casa, solo por un tiempo porque tres meses después llegaría la pandemia, y con ella, el home office.
Me acuerdo que en mi primera semana, Pablo me recomendó un libro; “Comusicación: Lecciones de comunicación de dieciocho genios de la música”. Lo compré al día siguiente. Y, luego, conversamos un poco más de la industria musical y el auge de las agencias de management en Lima.
Siempre escuchaba a amigos contar la terrible historia del “jefe malo”, pero por suerte Carolina y Samantha, mis primeras jefas, me recibieron de la mejor manera posible. También tuve la dicha de trabajar con Álvaro y Alonso un par de veces para algunas licitaciones. En campañas de kits, el único contacto que tenía en llamadas era Josesito, quien se demoró un par de semanas en aprenderse mi nombre, pero ahora le agrega un diminutivo, así que todo bien. Y, ¿qué haría sin Mafe? Mi actual jefa, amiga y con quien trabajo en todas mis cuentas. Alivia todo el estrés de la chamba con alguna ocurrencia. Obviamente, no me estreso nunca. Solo, por favor, no le compartan ppts sin enumeración.
Ya han pasado casi dos años, con un nuevo puesto, nuevos amigos, nuevas experiencias y nuevos aprendizajes, y puedo decir que, a pesar de trabajar a distancia, sí me siento como en casa.