Cada cierto tiempo me toca compartir, desde este espacio, anécdotas, reflexiones y aprendizajes que vengo recogiendo desde mi trabajo como especialista en Relaciones Públicas. Hoy, me toca escribir el artículo más significativo hasta ahora, en el que les voy a contar sobre la fuente de estas enseñanzas: Métrica. La ocasión no amerita menos ¡Este mes vengo a cumplir 10 años súper enriquecedores en esta casa! Lugar en el que no solo he podido acumular constantes conocimientos, sino también ser parte de una muy especial familia.
Voy a empezar desde donde corresponde: el inicio. Antes de ser parte de Métrica, fui reportera en un programa de reportajes que se transmite, aún hoy, los domingos en la mañana. Este trabajo me ayudó a abrir los ojos y me llevó a conocer “las dos caras de la moneda”. Conocí estrellas internacionales en su máximo esplendor, como artistas olvidados por el público, que se encontraban en la desesperación. También, gocé de lujosos viajes internacionales, como visitas a las zonas “más bravas” de Lima y Callao. Sin lugar a duda, esta experiencia me dio muchas habilidades y preparó para lo que vendría luego: construí mucho carácter y fortalecí mi creatividad.
Después de casi una década a ese ritmo, creía que ya era hora de mantenerme quieta en un solo lugar. Fue entonces que Belén, una amiga muy cercana me comentó sobre una oportunidad laboral en una agencia de comunicaciones. Seré honesta, en ese momento no sabía todo lo que las Relaciones Públicas podían abarcar y me sabía poco enterada. Entré y salí de mi entrevista con inquietud, y la demora en la respuesta agudizaba más la sensación de que había perdido la oportunidad. Sin embargo, aunque la llamada tardó dos semanas en llegar, me trajo noticias inmejorables: mi entrevistador, el CEO de Métrica Comunicación, Pablo Cateriano – a quien cariñosamente hoy llamo “Padre”- me había dado su voto de confianza para un puesto aún mejor que al que estaba postulando.
Cuando supe que había sido seleccionada empecé a dudar mucho sobre este cambio. Estaba dejando un trabajo que sabía hacer muy bien por un rubro totalmente nuevo. Sin embargo, desde el inicio, “Padre” me guió y me hizo sentir genuinamente en familia. Pronto, comenzamos a recibir reconocimientos desde ANDA y Effie. Para mí y el -relativamente nuevo- equipo era un indicador de que nuestro trabajo era bueno. En mi etapa temprana en el mundo de Relaciones Públicas, esto me hizo dejar la incertidumbre de lado para darle paso a todo mi talento. Hoy estos premios suman más de 50.
Para lo que sigue de la historia puedo ahondar en anécdotas, reflexiones y aprendizajes, pero, como lo dije al principio, para esto hay y habrá más artículos. No digo que acá no las haya, pero las contaré desde lo divertido. Yo estaba acostumbrada a un ambiente dinámico, pero lo que comencé a vivir en este nuevo trabajo fue algo muy novedoso para mí. Voy pidiendo disculpas por publicar, lo que yo considero, la fórmula del éxito de Métrica: la integración.
Cada vez que hay una mínima razón para festejar, “Padre” organiza una GRAN celebración. Hago énfasis en la palabra “gran”, porque las cosas se cuentan como son. Sea un aniversario, reconocimiento, una nueva cuenta ganada o solo “porque sí”, él organiza eventos en el que todos estamos invitados. Puede ser un almuerzo en su casa, orquestada por el inigualable @meatnmatt; una “visita” al “chifa”, que viene en combo con buenas bebidas y conversaciones; o, incluso, un fin de semana en algún resort. Pero ¿por qué esto le hace tan bien a Métrica?, pues porque permite que se generen espacios de interacción fuera de la oficina. De esta manera -con buen trago, exquisita comida y la mejor música- todos podemos conocernos mejor y consolidarnos como un solo equipo.
Yo, personalmente, he encontrado a grandes amigos entre mis colegas de oficina. Muchos ya no trabajan conmigo, pero nos consideramos familia. Cuando nos vemos, sentimos ese calorcito especial, ese que calienta el corazón como cuando nos encontramos con los mejores amigos de la infancia o del colegio. Lo más bonito de todo es que siempre se van sumando más amistades especiales y las sigo encontrando en Métrica.
Pero no puedo hablar de mi familia sin hablar de “Luchito”. Cada vez que necesitaba algún consejo profesional o personal, iba a buscarlo. Sabía que en sus palabras había mucha lucidez y convicción. Era increíble cómo era capaz de predecir y acertar en todo lo que iba a suceder a partir de cualquier decisión que yo podía tomar. Era el complemento perfecto de “Padre”: mientras uno lideraba, el otro enseñaba. Pero, tal vez, lo que más extraño de él son sus juegos. Cada vez que él sentía que había estado “sentado mucho rato”, iba a buscarnos para distraernos con alguna broma con la que todos estallábamos en risa. Ay “Luli”, ojalá que -donde sea que estés -puedas seguir jugando “Candy Crush” o ajedrez. Te extraño. Innegablemente, fuiste una gran escuela.
Creo que quien ha llegado a leer hasta acá, puede entender que Métrica no es solo un trabajo para mí. Pido disculpas si he sido muy sentimental, pero es que este lugar ha sido un pilar fundamental para poder construir mi felicidad en los últimos 10 años. No quiero parecer ingenua, claro que hemos tenido momentos muy difíciles, pero entre sumas y restas me quedo con lo importante y eso es lo que me hace desear seguir acá por 100 años más.
Finalmente, solo me queda agradecer por lo afortunada que soy de haber llegado a esta casa, a esta familia, a este hogar. Gracias “Padre”, por la oportunidad; gracias “Junior”, por la complicidad; gracias “Luchito”, por las enseñanzas; gracias “Chanchis” (Nico), “cururú” (Turo, Jamantha, Mela y AJSI), por la amistad; gracias “Fabix” por ser la mejor partner ¡Gracias totales al gran equipo de Comunicación, Digital, Diseño y Administración! Por enseñarme tanto y con harta paciencia. Gracias a los que estuvieron y no están, han hecho de este tiempo muy especial. Pero, sobre todo, gracias Métrica; por estos 10 años y la FELICIDAD.