El concepto actual de relaciones públicas podría definirse muy condensadamente como: “parte de la gestión de la comunicación entre una organización y sus públicos” (Grunig, Hunt y Todd 1984); lo cual pone en evidencia tanto su función principal como su naturaleza bidireccionalidad, es decir el intercambio dinámico y constante entre la organización y sus públicos para lograr un objetivo.
Al mismo tiempo que se intenta describir las relaciones públicas en base al rol estratégico que cumplen en la empresa, existe un esfuerzo por dotarlas de un cuerpo teórico, necesario en toda materia científica, para hablar de ellas de como tal. Esta meta ha persistido desde los inicios de la disciplina de las relaciones públicas y de la comunicación en general, sin embargo, muchos de estos intentos han terminado recurriendo a diversas ciencias sociales como la antropología, sociología o psicología para brindar dicho sustento. Lo cual solo las mantiene en esta clandestinidad científica ya que las materias antes mencionadas forman parte de las llamadas “ciencias blandas”, las cuales apelan a infinidad de teorías difíciles de generalizar por su carácter subjetivo. Adicionalmente, la aparición del socio-construccionismo (Berger y Luckmann, 1972) arrojó muchas dudas sobre la generalización de cualquier conocimiento social. Desde esta perspectiva, el carácter científico de los fenómenos sociales es impuesto únicamente por convenciones, lo cual indica que son basadas en meras creaciones humanas.
Pero, ¿qué aporta la neurociencia a la investigación de la comunicación y las relaciones públicas concretamente? Entre los aportes más destacados encontramos el entendimiento de los motivos y procesos por los cuales compartimos información, que a su vez permiten comprender cómo ocurre el mismo fenómeno entre las organizaciones. Los neurocientíficos han puesto especial énfasis en el estudio del impacto que causará en otros la información que nos proponemos difundir. Dentro de dicho contexto, el análisis pasa por el emisor y receptor de los mensajes y por los estados mentales en los que entra cada uno de ellos tanto al compartir como al recibir información.
Contar con un recurso experimental, como el que provee la neurociencia, para dotar de una base teórico-práctica a las relaciones públicas y la comunicación en general, sin duda representa un hito en el área académica de estas disciplinas. Más aún si contamos con otras ciencias sociales que aportan al marco teórico de estas, enriqueciendo su dimensión y relacionándolas con otras materias.